LA LEYENDA DEL GUARDIÁN DEL MONTE CALAVERA (Leyenda de Argentina)
El Guardián del Monte Calavera
En la región selvática de Corrientes, Argentina, se encuentra una colina que los lugareños conocen como Monte Calavera. Este lugar ha sido evitado durante generaciones, y quienes viven en las cercanías advierten a los visitantes que nunca se adentren en el monte después del atardecer. Los ancianos del lugar cuentan historias de desapariciones, visiones de sombras extrañas y un guardián oscuro que protege el monte de aquellos que osen perturbar su paz.
La leyenda tiene sus raíces en el siglo XIX, cuando un terrateniente adinerado llamado Don Esteban Larrea adquirió vastas tierras en la región. Entre sus posesiones, se encontraba el Monte Calavera, que los locales consideraban un sitio sagrado, un lugar donde los antiguos habitantes de la región realizaban rituales para honrar a sus muertos. Don Esteban, hombre ambicioso y arrogante, ignoró las advertencias de los indígenas que le imploraban que no construyera sobre el monte, asegurando que estaba maldito.
Decidido a demostrar su poder, Don Esteban ordenó la construcción de una gran hacienda en lo alto del monte. Sin embargo, desde el inicio, la construcción fue marcada por accidentes inexplicables y la muerte de varios trabajadores. Algunos decían que durante las noches se podían escuchar gritos provenientes del monte, como si los espíritus de los muertos se enfurecieran por la profanación de su lugar sagrado.
Una noche, durante una tormenta feroz, Don Esteban desapareció. Su mansión quedó a medio construir, y nunca se volvió a saber de él. Los aldeanos creían que había sido castigado por el Guardián del Monte, una entidad que, según la leyenda, protegía el lugar desde tiempos inmemoriales. Era una figura oscura y alta, con un rostro cubierto por un cráneo de animal, que vagaba por el monte en silencio, velando por los espíritus de los antiguos moradores.
Con el paso de los años, muchos curiosos y aventureros intentaron explorar el monte, atraídos por las historias del tesoro que Don Esteban había escondido en su hacienda antes de desaparecer. Sin embargo, ninguno de ellos regresó. Los que se acercaban al monte decían que se sentía una presencia invisible, como si algo o alguien los vigilara desde la espesura de la selva.
Algunos relatos de sobrevivientes hablaban de haber visto al Guardián en lo profundo del monte, sus ojos brillando en la oscuridad, y de haber escuchado voces que susurraban en un idioma antiguo. Uno de los más famosos fue el de un cazador llamado Ramiro, quien, ignorando todas las advertencias, decidió adentrarse en el monte una noche en busca de animales. Al caer la noche, Ramiro sintió que algo lo seguía. No podía verlo, pero los pasos lo acechaban desde las sombras. De repente, la niebla envolvió todo el monte, y allí lo vio: el Guardián, de pie, inmóvil, con una mirada penetrante que parecía atravesarle el alma.
Ramiro corrió lo más rápido que pudo, pero algo invisible lo seguía. Los susurros se hacían más fuertes, mezclados con lamentos y ecos de tiempos pasados. Al llegar al borde del monte, vio una figura cadavérica alzarse entre los árboles. Perdió la conciencia, y cuando despertó, estaba de regreso en el pueblo, pero su cabello se había vuelto completamente blanco, y nunca volvió a hablar del monte.
Los habitantes del lugar aseguran que el Guardián aún protege el Monte Calavera. Quienes se acercan demasiado a sus misterios corren el riesgo de no regresar jamás. En las noches sin luna, se puede escuchar un eco lejano de tambores y susurros que se arrastran con el viento, como si los espíritus de los antiguos custodios del monte siguieran vigilando desde las sombras.
Y así, el Monte Calavera permanece como un enigma en el corazón de la selva correntina, un lugar marcado por el misterio y la tragedia, donde el pasado aún guarda sus secretos y donde el Guardián sigue velando, esperando a que los vivos respeten el descanso eterno de los muertos.
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