LEYENDA DE LA SOMBRA DE SAN TELMO (Leyenda de Argentina)
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"La Sombra de San Telmo"
Era el año 1947 en el barrio de San Telmo, Buenos Aires, una zona cargada de historia y misterio, con sus calles empedradas y antiguas casonas que parecían guardar secretos oscuros. Entre ellas, una destacaba por encima de todas: una vieja casa colonial que había sido abandonada desde hacía décadas. La mansión se encontraba en la calle Defensa, cerca del Mercado de San Telmo, y los vecinos evitaban pasar por allí al caer la noche. Decían que algo malo sucedía dentro, aunque nadie sabía con certeza qué.
La leyenda comenzó muchos años antes, en la década de 1890, cuando la casa era propiedad de un acaudalado comerciante llamado Julián Rosales. Rosales vivía con su esposa, Clara, y su hijo pequeño, Tomás. Era una familia respetada en el barrio, pero su historia terminó en tragedia.
Una noche, Clara y Tomás desaparecieron sin dejar rastro. La policía investigó exhaustivamente, pero nunca encontraron ninguna pista. Rosales, devastado, se encerró en la mansión, y poco a poco se fue retirando del mundo. Los vecinos comenzaron a notar cosas extrañas: luces que se encendían y apagaban solas en la casa, sombras que se movían por las ventanas, y gritos ahogados que se escuchaban al pasar por las puertas.
Años después, Rosales también desapareció. La casa fue abandonada, y con el tiempo la vegetación invadió el patio y los muros comenzaron a desmoronarse. Pero el verdadero misterio no era lo que había sucedido con la familia Rosales, sino lo que se decía que ahora habitaba la casa.
Los rumores hablaban de una sombra que se veía rondando por los cuartos vacíos, una figura que parecía observar desde las ventanas, esperando que alguien se acercara. Algunos afirmaban que se trataba del espíritu de Julián Rosales, condenado a vagar por la mansión en busca de su familia. Otros, más osados, aseguraban haber visto a Clara y Tomás, con rostros deformados, susurrando desde los rincones oscuros.
Los eventos más extraños comenzaron a ocurrir cuando los niños del barrio decidieron aventurarse dentro de la casa. Se hablaba de un grupo que, una noche, entró desafiando las advertencias. Solo uno de ellos salió, pero jamás volvió a ser el mismo. Balbuceaba palabras incoherentes y afirmaba que algo lo había perseguido por la casa, algo que se movía entre las sombras y que podía escuchar sus pensamientos. Dijo que las paredes susurraban los nombres de aquellos que se atrevieron a entrar, y que los ojos de Clara y Tomás lo miraban desde la oscuridad.
Desde entonces, la casa de San Telmo fue completamente evitada. Nadie se atrevía a cruzar sus puertas ni a pasar cerca después del atardecer. Incluso durante el día, la gente caminaba rápido al pasar frente a ella, como si una presencia invisible los siguiera con la mirada.
Se dice que cada 28 de septiembre, aniversario de la desaparición de Clara y Tomás, las luces de la casa se encienden por sí solas, y en el silencio de la noche, si te quedas lo suficientemente quieto, puedes escuchar el eco de un llanto lejano y el crujir de pasos que recorren los corredores vacíos.
Así, La Sombra de San Telmo se convirtió en parte de la oscura leyenda urbana de Buenos Aires, un recordatorio de que algunos secretos nunca mueren y de que hay lugares que guardan la huella de lo inexplicable.
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